Me gusta el Pto encapotado por el frío. Pelliza blanca de humedad tejida en torno a sus huesos. Lejano y ausente como esos viejos pertrechados con gorros portugueses que se balacean por las Dunas al compás del tiempo. Son dos, hombre y mujer, encadenados por la artrosis. Es uno, el del perro de paseo. Son tres los de la jefatura de los locales que ven el día a través de rejas y soportales. Son tantos los que se ocultan tras las ventanas de aluminio gris, los balcones sin terraza, las terrazas sin balcones. Son únicos como el pan de leña, como los estómagos que nos soportaban con gusto los huevos fritos con patatas de paquete del indio, porque tu madre no calentaba la sartén en fiestas de guardar. Y la vigilia, y no comer carne y los turrones, uno, de almendras para partir esos dientes que ahora nos balancean en las encías porque se han hecho temerosos y asustadizos como nosotros mismos. Eran otros tiempos en que la Navidad era correr contra el necio de tu primo para ver quién llegaba antes al siguiente escaparate de juguetes y decir muy fuerte "éste es mío" como si la vida fuera tan simple que pudieras conseguir todo aquello que deseabas
El amor era la mano callosa de tu padre en la tuya o el perfume que tu madre se regalaba por el cuello mientras se vestía. Eran los ojos de cada uno de tus hijos mirándote al nacer como si tuvieses en tu poder la esencia del tiempo y el espacio. Quizás te gustaría plegarte y hacerte nada. Un pegote insignificante que siente, muere y suplica para quedarse más y mejor porque el sol en el rostro es pura poesía y que te quieran no tiene precio. El Pto cuando duerme de día, vegetando de puentes inmaculados y constitucionales, es una maravilla de dunas húmedas y rebosantes de vida donde el frío no hiela sino que contagia ganas de oloroso café con churros. Nos hace mirar atrás y confiar en el futuro en el que no estaremos pero sí aquellos que nos importan porque las ideas, los pensamientos, los deseos y las dudas permanecerán intactos como los viejos enlazados por la rutina, el perro que saca al hombre de paseo o los tres locales vestidos de uniforme para hacer guardias pitilleando en la reja de entrada de la Comisaría de Policía. Nada es lo que parece, pero me parece a mí que este Pto de las mil caras solo tiene unToruño verdadero que es más que cielo y paraíso para quien lo quiera de veras.
Dos ríos afluyen al mar, uno moro y otro cristiano, paralelos como las vidas pasadas y futuras donde ya no eres quien dices ser sino otra persona completamente diferente. Dos para una misma entraña cargada de bares, turistas patrios y gente sencilla como el que perdí, pero que siempre está conmigo, mucho más en estas fechas de fría vejez con presentimientos de decadencia suprema. Cuando los dedos ya no den para más teclas, ni el cerebro aflore más que estupideces muy sonadas, cuando a nadie le importe nada porque la pantalla virtual sea más que teta materna, más que vida, más que amor propio o más que todo, qué seremos sino carne congelada metida en un bote vendido al por mayor. Qué será entonces de aquellos que fuimos baby bummmers y que ahora presumimos de nietos y nos comunicamos por internet como si lo hubiéramos hecho siempre. Qué será de este Pto majestuoso y paleto, de esta montaña de casas señoriales desabastecidas, de estos hoteles proyectados, de estos ríos antiguos de masa madre y de estos políticos que irán y volverán para no hacer nada más que pasar página. Supongo que –con suerte-aquí seguiremos mientas nos dejen, viendo anocheceres en la panza del río helándonos el alma, amaneciendo en las realidades de la UCA recordándola como siempre fue- bulliciosa , callada y altanera- transmutando a mis 20 de golpe, porque hay cosas que nuca cambian como los sueños, los ideales y mi amor por él.