Siempre hubo teorías de la conspiración. Por poner algunos ejemplos, desde que empecé a ser consciente de ello, tenemos el caso de las Torres Gemelas, del que se dijo que había sido un autoatentado de Estados Unidos (el precedente del crucero
Maine le daba cierta credibilidad) o que había sido una voladura controlada; del 11-M en Madrid se llegó a decir que era un atentado por encargo para evitar que el PP ganara las elecciones de 2004; de la pandemia del 2020, mejor ni hablamos... cualquier desastre es caldo de cultivo para teorías a cual más disparatada, pero que siempre hay quien esté dispuesto a creer. Por desgracia, la DANA que ha asolado parte de la Comunidad Valenciana no iba a ser menos.
El suceso más sonado es el de los 700, 800 o incluso 1.500 muertos que nunca hubo en el párking del Centro Comercial Bonaire de Aldaia. Ese, concretamente, supe inmediatamente que no era cierto por sustentarse en los supuestos tickets de salida sin procesar, cuando dicho aparcamiento carece de sistema alguno de tickets. Da la casualidad de que he estado varias veces allí. Ahora, para huir hacia delante y seguir sustentando la mentira, han sacado vídeos de camiones frigoríficos escoltados por coches de la UME. Pero no salen del CC Bonaire, sino de la morgue donde se hacen las autopsias. Cuidado con lo que ves porque puede no ser cierto.
Ha habido muchos más. Desde la supuesta ausencia de los militares, incluso cuando ya estaban allí, hasta prohibiciones que nunca se dieron. Por supuesto, no faltan los clásicos: “el gobierno oculta las cifras reales de fallecidos”, sin datos que rebatan a los oficiales; “controlan el clima y quieren reducir la población para sustituirnos por inmigrantes”, el famoso
Big Reset que la ultraderecha a nivel mundial trata de extender; incluso el bulo de las presas y embalses destruidos por el gobierno central por cuestiones ideológicas porque “los hizo Franco”, demostrando no distinguir entre presas y azudes... En resumen, a buleros contrastados como Vito Quiles, Rubén Gisbert, Daniel Esteve y toda esa manada de
youtubers con ínfulas de periodistas y líderes, se suman comunicadores presuntamente serios como Íker Jiménez y, por si fuera poco, se les unen los clásicos magufos con gorritos de papel plata. Estos últimos, después de todo, son los menos malos: pueden ser idiotas, pero no mienten a sabiendas.
Decía el periodista Alan Barroso que ahora parece una mala noticia que no haya esos muertos en el Centro Comercial porque muchos estaban deseando creerlo. El sectarismo ha barrido la humanidad que deberíamos tener y algunos querrían tener más armas para desgastar al actual gobierno en lugar de congratularse de que no haya habido más muertes. Incluso, algunos de esos
influencers que han quedado retratados por dicho bulo no han reculado, sino que han redoblado las informaciones falsas. Quiles, por ejemplo, ha intentado hacernos creer que se estaba tirando a la basura ropa donada cuando la realidad es que se había colado en una planta donde se recogía la ropa dañada por las lluvias y la humedad. No deja de ser ese principio goebbeliano de propaganda que consiste en lanzar nuevos bulos para que se olviden los anteriores y sus desmentidos.
En resumen, no nos queda otra que contrastar la información o tratar de cerciorarnos de que hacemos caso de informaciones contrastadas. Puede ser que no nos satisfagan, quizá pueda ocurrir que no apuntalen lo que pensamos, pero al menos son informaciones ciertas. Y para cerrar, por razones obvias, me van a permitir que cite a
Los Mialma, de Antonio Álvarez
El Bizcocho: “... y si el Íker Jiménez está aquí...
po me la va a mamar a mí”. Que, aunque sea humor, al menos no es un bulo.