La decisión de no instalar los farolillos hasta el martes propició que durasem hasta el último día de Feria por primera vez en años
Fue una Feria que arrancó sin farolillos y que terminó sin embargo con los todos plafones de papel matizando luces de la última noche. Ha sido una Feria de aires limpios en las casetas y de encuentros envueltos en humo gris en las calles de albero.
Han sido siete días en los que se ha hablado de la eliminación del principal enemigo del mundo -al menos del mundo que se ve desde la Casa Blanca- en conversaciones de montura a montura.
Ha sido la semana que precede a la recta final de una carrera que llevará a un nuevo alcalde a la Plaza Nueva.
Ha sido la Feria de una vuelta al mundo que duró tres años y que aún tardará otros ocho en recordarse en los calendarios de efemérides, pero que ya ha puesto luz y diferencia de pareceres en los debates alumbrados por una portada con esfera armilar.
Han sido seis días, que en realidad han sido ocho o nueve, porque las ganas de Feria y las previsiones de la lluvia inoportuna llevaron a propios y extraños a ocupar el recinto de Los Remedios antes de que la oficialidad de la prueba del alumbrado diera por iniciada la fiesta. Ha sido una feria tan igual como todas, y tan distinta como ninguna.