¿Habrá que añorar volver a la situación anterior? Muchos ciudadanos están hartos de soportar las consecuencias de la ‘crisis’. La verdad es que unos pocos se enriquecen cada vez más y el resto de los ciudadanos son cada día más pobres. La vida se presenta llena de dificultades, inseguridad en el trabajo y están faltando los recursos económicos para cubrir las necesidades básicas de muchas familias.
Prácticamente casi todos los gobiernos europeos, que al principio no admitían la crisis, no todos han sido capaces de afrontar la solución a los problemas que padecía la sociedad. La respuesta que dan es recortar los derechos sociales: congelar las pensiones, recortar sueldos de funcionarios y partidas de inversión pública.
Como si los ciudadanos fueran tontos han creado un nuevo concepto de ‘sentido común’ afirmando que no hay otro remedio. Pero sabemos el por qué de la deuda pública y que el rescate bancario ha generado una fuerte inestabilidad económica y política. Quedan patentes los diferentes ataques especulativos de los mercados financieros que, poniendo entre la espada y la pared a más de un gobierno, le han recordado quién manda realmente en Europa.
En lo que afecta directamente a los españoles, las medidas adoptadas por el Gobierno se han centrado por una parte, en afirmar que las reformas sociales son la única salida a la presión de los mercados financieros. Y por otra, se quiere convencer de la necesidad de hacer un esfuerzo social que permita volver al camino de la recuperación y al crecimiento económico. Estos argumentos llevan un mensaje oculto, “es de sentido común”, que los “Peleles de la crisis” tienen que repetir.
Pero no todos han caído en esa trampa y se plantean alternativas valientes para incrementar los ingresos fiscales: regulación de los mercados, impuesto a las transacciones financieras, equiparación de la tributación de las rentas del capital a las del trabajo, impuestos a las grandes fortunas, reducción de los grandes sueldos poniendo un tope desde el que se consideraría injusto y a devolver lo que se cobrara superior a esa fijación de máximo. Actualmente hay sueldos que, además de injustos por el exceso, son escandalosos.
Si el argumento único de los gobernantes es que los recortes sociales son la única solución, entonces el debate hay que plantearlo de manera más profunda y afirmar sin rodeos que se está viviendo una crisis sin precedentes en nuestra democracia. ¿No iban a desaparecer las desigualdades sociales? ¿O han sido al final los mercados los que están marcando el paso a los ‘peleles’?
El problema es tremendamente grave porque la soberanía del poder reside cada vez menos en el pueblo y en las instituciones democráticas para pasar a depender de agentes que sólo representan los intereses económicos de unos cuantos. Hay que reconocer que el argumento de la necesidad de “apretarse el cinturón” queda totalmente desacreditado porque las grandes empresas y fortunas están obteniendo ahora más beneficios que nunca.
Ahora sabemos que la salida de la crisis, que no es simplemente social, está configurando una profunda regresión social y política. Derechos sociales y políticos adquiridos se están perdiendo y aparecen nuevas bolsas de pobreza y desigualdades que están acentuando el abismo entre los más ricos y los cada vez más pobres.
¿Seremos capaces de redescubrir el sentido común para protestar contra lo que ahora nos quieren presentar como ese ‘sentido común’ que lo concretan en la necesidad de cargar todos los esfuerzos en las clases más débiles y ellos permanecer intocables? ¿Seremos capaces de exigir a nuestros representantes políticos que no sean ‘Peleles’ ante los poderes económicos?