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El pobrecito hablador

Viejas glorias

Parece que el hecho de perder ese poder omnímodo que llegaba a todas partes, les hace sufrir una especie de síndrome de abstinencia mediática

Publicado: 02/10/2023 ·
09:12
· Actualizado: 08/10/2023 · 12:39
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  • Felipe González y Alfonso Guerra. -
Autor

Francisco Palacios

Palacios es matemático y programador. Publicó su único libro hace ya unos años y sigue siendo el autor más leído de su calle

El pobrecito hablador

Escribo sobre lo que me gusta, pero sobre todo sobre lo que me disgusta, como un grito desesperado para no ganarme una úlcera

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A uno le gusta volver a ver a esos deportistas que en su juventud exaltaron a las masas con sus habilidades, y que ahora que peinan canas, y a pesar de no mantener la esbelta figura de sus mejores años, siguen maravillándonos, haciéndonos sentir una envidia insana a los que agacharnos nos cuesta media vida. Y levantarnos, la otra media.

En política, y sobre todo entre los ex altos cargos de izquierdas, no suele ocurrir lo mismo. Parece que el hecho de perder ese poder omnímodo que llegaba a todas partes, les hace sufrir una especie de síndrome de abstinencia mediática, que les lleva a buscar un micro y una cámara como si no hubiera un mañana.  Pero en contra de sus colores de toda la vida.

No se crean que lo hacen para apoyar las siglas que siempre defendieron. Salvo contadísimas excepciones, cualquiera que los oyera sin verles la cara podría confundirlos con cualquier advenedizo que busca ascender de planta en Génova, atacando con firmeza y sin escrúpulos a los que, en teoría, eran los suyos.

No se les debe negar su derecho a opinar, por supuesto. Ni el de discrepar con la linea actual de su partido, faltaría más. Lo que me llama poderosamente la atención es que esa beligerancia, esa mirada desde la experiencia, ese ansia por opinar y sentar cátedra, no se les vio contra el rescate a las cajas de ahorros o a las autopistas, contra los atropellos cometidos durante el gobierno de Aznar o de M. Rajoy, sea quien sea.

No se les vio aplaudir ninguna de las subidas del SMI, ni la aprobación de la ley de eutanasia, la  del matrimonio homosexual, la de la reforma laboral, ni las cifras de empleo. Nunca se les oyó ni siquiera respirar cuando a un compañero de siglas se le ha tachado de felón, psicópata, ególatra, déspota, caudillista, débil, sectario o irresponsable, o definir su gobierno  como okupa o Frankenstein.

Sinceramente, a cualquier ex-dirigente de izquierdas, le diría que si sus  opiniones son aplaudidas por los partidos de la derecha, ademas de por  sus palmeros mediáticos, tan de izquierdas no es. Pero yo que sabré, si no hablo con lengua de serpiente.

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