Michel Rocard -un político intelectual y con la cualidad de ser primer ministro y eterno disidente dentro del Partido Socialista Francés- pronunció un discurso arrebatador, como sólo se dan en los países que enseñan desde la adolescencia a expresarse con oratoria, aprendiendo a discursear desde las salas de clase. Pasa en Francia. Sobre todo en Estados Unidos, donde hay estupendas páginas en Internet con los mejores discursos pronunciados en el país, para que sirvan de modelo. Ni que decir tiene que el mejor de todos los tiempos es el de Martin Luther King bajo la venerable estatua de Abraham Lincoln. El ranking lo encabeza su memorable “I Have a Dream” (Tengo un sueño) con todo merecimiento. “Al fin libres, al fin libres, gracias al Dios Todopoderoso, somos al fin libres”, concluyó su discurso el pastor ante más de 250.000 personas. Murió asesinado.
Michel Rocard lo hizo ante menos publico pero no con menos contundencia. Su grito se resumía en una expresión que engancha: “Os invito a una ruptura”. Dirigido a un mustio partido socialista - el francés- aquejado por el decaimiento de Mitterrand, ya en sus años finales de presidente en segundo mandato de siete años y con las legislativas perdidas. Consciente de que el mundo cambiaba y los partidos no lo percibían, sabedor de que no había ya sentimiento de pertenencia a una clase sino a múltiples obediencias, pedía un Big Bang político porque “muchos se sienten huérfanos de una causa, pero están siempre dispuestos a movilizarse por algo que valga la pena”. Propugnó un vasto movimiento abierto “extrovertido y rico en su diversidad”. Algo mas que un partido, un instrumento al servicio de valores compartidos. El mismo debate de hoy, 28 años después.
Esta semana ha estallado Ana Hidalgo, frente a la frivolidad de los franceses apoyando a alguien que se sitúa más a la derecha aún que Marine Le Pen, Eric Zemmour, un comentarista tan cómico como especialista en polémicas para captar primeras páginas y horas de televisión. Ha lanzado una diatriba contra alguien condenado por incitación al odio racial y que azuza la división social. Su campaña necesitaba un golpe de efecto y lo ha conseguido. La candidata al Elíseo ha atacado con sana cólera a su contrincante exhortando de corazón a los franceses con el grito de “¡Despertad!”. “Yo no debatiré con un negacionista y un racista”.