Debo confesarles mi frustración porque me equivoqué estrepitosamente cuando, en las semanas más duras del confinamiento domiciliario, allá por marzo y abril, me sumé a una corriente extendida que no sabía lógicamente cuando saldríamos de esta pandemia global, pero que sí pensaba que seríamos una sociedad mejor, más solidaria, más humanitaria, menos crispada y más empática cuando superemos estos momentos tan adversos. Los aplausos a los sanitarios, la hermandad con nuestros vecinos, el civismo del confinamiento, la solidaridad con las personas mayoresy otros gestos cotidianos nos invitaron a pensar en una sociedad más comunitaria, que pensara más en el nosotros y no en el yo. El tiempo nos ha quitado la razón y ha desnudado nuestra candidez y lo que no dejaba ser más que un deseo.
No solo no somos mejores, sino que creo que nos ha arrastrado una polarización social, política y mediática que no nació con la pandemia, venía de atrás y con enorme virulencia, pero que creo que la ha agudizado, especialmente a través de las redes sociales, como expusieron el pasado viernes la subdirectora de El País, Montserrat Domínguez; la redactora jefe de El Mundo, Lucía Méndez, y el director de eldiario.es, Ignacio Escolar, durante su participación en las III Jornadas Nacionales de Periodismo que celebró el grupo de comunicación Publicaciones del Sur en la localidad de San Fernando (Cádiz) dentro de los actos conmemorativos del 210 aniversario del Decreto de Libertad de Imprenta que redactaron el 10 de noviembre de 1810 los diputados doceañistas en esta localidad gaditana ante el asedio de las tropas napoleónicas.
Una polarización que ha sumado otro derrotero tan insano, como peligroso para la profesión periodística, como denunció Méndez. De la rica y productiva interacción con los lectores, oyentes o telespectadores por las redes sociales, hemos pasado a ciudadanos a título individual o como voceros de colectivos laborales, sindicales, estudiantiles, etc… que instan a los periodistas a preguntarles o recriminarles a sus entrevistados sobre algo concreto, que indican el camino que debe tener tal o cual conflicto, que señalan el lado bueno y el malo de cada escenario. Si sigues sus indicaciones, serás un adalid de la justicia y de las libertades. Ahora bien, si cometes la osadía de no atender sus peticiones, serás diana también de sus ataques e insultos. Serás un cómplice del poder y habrás perdido tu independencia. La libertad sólo vale para seguir sus mandatos. Por tanto, ya no sólo los políticos y la dirección de algunos medios quieren militantes en lugar de periodistas, sino un creciente número ciudadanos exige militancia a los periodistas.
