La apuesta por hacer un septiembre festivo y vendimiero, a pesar de la crisis de la pandemia, está siendo positiva por la cantidad de personas que se citan en el centro de la ciudad, más allá de la polémica creada en su día por la ubicación de la noria. Esa especie de feria, sin alumbrado especial ni casetas, en pleno corazón urbano ha tenido respuesta aunque finalmente serán los siempre fríos números los que darán o quitarán razones.
Escribo esto desde la nostalgia, como no podía ser de otra manera, que me lleva a aquellos fastos que arrancaban con los concursos laborales con la participación de los miles de trabajadores de las muchas decenas de bodegas que existían, con los concursos de escaparates con el jerez como protagonista, con esa Fiesta de la Buleria en la plaza de toros que comenzaba con la luna en lo más alto y finalizaba con la salida del sol, con la Verbena de la Prensa, en los jardines de El Bosque, con las primeras figuras artísticas del momento, con la feria en el Real del González Hontoria y antes con una gran cabalgata que cerraba la carroza de la Reina de las Fiestas y sus damas que ya habían presidido la cita floral en el Villamarta o la pisa de la uva en el reducto de la hoy Catedral. Y no podemos olvidarnos de la corrida concurso de ganaderías o la de la Asociación de la Prensa. En contra de lo que se ha expandido era una fiesta popular. Otra cosa eran las fiestas particulares de las bodegas en homenaje a los visitantes que llegaban de los países a los que se dedicaba a la Fiesta porque de lo que se trataba, al margen de la diversión, era de vender vino.
Todo lo organizaba, o casi, la Junta Oficial de la Fiesta de la Vendimia que se podría recuperar para trabajar en una Fiesta y Feria que se parezca a la histórica.