Una casa. La pintura desquebrajada. Esquinas ennegrecidas por la humedad. Algunas bombillas fundidas. Grietas en la fachada. Malas hierbas creciendo intermitentes en el patio. Casquillos de balas en el salón. La cisterna estropeada. Desorden en el cajón de la mesilla. Facturas impagadas bajo la rendija de la puerta. Una maceta de marchitos geranios reinando en el alféizar de la ventana. La vejez llama a la puerta.
El mismísimo infierno. Mi paraíso. Lo que nadie soporta, lo que a mí realmente me importa. Lo que nadie quiere ver, o decir, lo que yo quiero ser y sentirPor fuera. Una cerilla que se apaga y consume rodeada de oxígeno. Me adentro en el cuarto de baño y me desnudo. La imagen se despega del espejo y no la reconozco. Un perfil que se derrite ante el calor del tiempo. Una vela que se descompone, plastilina bajo el cálido sol de un invierno cualquiera. Ese no era pero ya es mi cuerpo. Arrugas aprisionan mis ojos. Tenue luz que apacigua lo que un día fueron brillos en mis pupilas. Cabello que se enreda en el desagüe de mis bañeras, de mis lavabos. Ardores en la boca de mis estómagos. Flacidez que inunda el torso y el escroto. Cansancio que se envalentona en las suelas de los zapatos. Ya es el cuerpo del otro. Del que siempre llega a no ser que mueras. La piel de los relojes, manecillas de Dalí esparcidas sobre el perfecto cubículo. Las canas que se agarran en la barbilla y escalan y escalan y escalan hacia ningún lugar. Un temblor ridículo. Un dolor de espalda. Óxido en las entrañas. Desvelo de madrugadas. Colesterol en el alma-
A medio camino. Carcajadas sin importancia. Relativismo en auge. Cinismo bajo la tienda de campaña. Desapego en las tierras de nadie. Concentración que vigila la cárcel en la que cumple condena la ira. Recojo troncos y ramas secas que alimenten la hoguera de mis pasiones, locomotora de mis días y de mis noches. Papeles que se adentran en mis venas que transforman el alimento de las letras. Cavidades entre los dedos. Y un camino desierto que reverdece solo con los recuerdos. Una sonrisa estudiada, una excusa perfeccionada y en el desdén nos conjugamos con los verbos de aquel que no quiere más enfrentamientos. El mar de los sarcasmos. Amores muy bien contados. A medio camino para que nadie me eche de menos, a pesar de estar cada segundo más lejos. A medio camino virtudes para estar contigo sin que me juzgues. A medio camino entre por fuera y mi por dentro.
Por dentro. El mismísimo infierno. Mi paraíso. Lo que nadie soporta, lo que a mí realmente me importa. Lo que nadie quiere ver, o decir, lo que yo quiero ser y sentir. Mi soledad más sincera. Mis defectos ante mi alma. Mis delirios al desnudo. Mi experiencia desmaquillada. Sin odio. Como aquella higuera orgullosa de las mentiras sobre su belleza. Me digo lo que pienso y en todo veo lo bello. Las heridas, bellas, mi yo al completo del que ya no me asusto. Una verdad al descubierto que aúna toda lo malo y todo lo bueno, sin dejar de ser hermosa por pura y por dura. Mi mano se alza y se adentra en mi boca y bucea en mis adentros y todo lo que me encuentro es mi yo más perfecto. De locos, una locura pero es mi noche oscura radiante bajo la luz de esta luna.
Quizás aún no lo sepas, por fuera, no vale la pena, en medio, no es más que un camino, por dentro, como tú no te quieras, siempre permanecerás en la batalla más perdida de todas las jodidas guerras.