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El Puerto

Estéticamente monárquico

Muchos son los que han tratado de banalizar a nuestro monarca, asemejarlo al resto de ciudadanos, olvidando el sacrificio que su puesto conlleva

Publicado: 24/12/2020 ·
12:57
· Actualizado: 24/12/2020 · 12:57
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  • Don Juan Carlos de Borbón. -

Permítanme que hoy les haga una confesión: durante muchos años me he considerado un estéticamente monárquico. Déjenme que me explique, me gustaba la monarquía como símbolo, como el símbolo que nos unía como pueblo, que nos homogenizaba por encima de diferencias sociales. Una bandera a la que seguir, sin manchas, sin roturas y siempre bajo los mismos colores. Eran años de juventud, en los que la idea de una monarquía era más bucólica que parlamentaria. Puede que durante un tiempo, los vaivenes de una “monarquía del pueblo”, una monarquía a la que se podía acceder por otras vías que las tradicionales, la acercara más al papel couché y me alejara más a mi de mi afiliación estética.

Más los años pasan y uno va adquiriendo una experiencia sobre la que basar sus opiniones. Uno va tomando distancia y la perspectiva se amplía. En estos años he afianzado mi convencimiento democrático, lo que me hace ser más crítico con la intransigencia de los que escudan su actividad en la libertad, carta blanca que enmascara la total falta de creencia en ella.

Verán, hoy mi idea de la monarquía ha dejado de estar tan basada en un argumento puramente estético. Hoy entiendo que la monarquía representa y personaliza una historia de la que sentirnos orgullosos, una historia rica en cultura, en hitos, que muchos ya quisieran leer en sus libros de historia. Hoy la monarquía es una garantía de estado, de libertades, que nos iguala a todos los españoles.

La monarquía nos representa a todos y cada uno de nosotros, simboliza nuestra unidad. Embajadoras imprescindibles con Latino América y países de todo el mundo, vecinos y alejados de nuestras fronteras. Relaciones que se han traducido a lo largo de su última etapa en grandes contratos para nuestro país. Y, no, no quiero hacer alusión al coste presupuestario que implica una monarquía como la que tenemos frente a una hipotética república.

Soy de la opinión de que, puestos a igualar, es mejor hacerlo por arriba. Muchos son los que han tratado de banalizar a nuestro monarca, asemejarlo al resto de ciudadanos, olvidando el sacrificio que su puesto conlleva.

Déjenme que sólo les haga referencia al papel crucial que Don Juan Carlos desempeñó para que hoy disfrutáramos de la democracia a la que la “nueva” izquierda arrincona bajo la permisividad de muchos. Atacando la estética de la monarquía como pilar sobre la que muchos, como yo lo hacía antes, la sostienen.

No quiero creer que esa banalización haya sido el motivo por el que nuestro alcalde se ha aventurado a envolverse en esa aureola de majestuosidad y dirigirnos un mensaje de Navidad al más puro estilo regio. Francamente, no lo he visto entero… no he sido capaz. No sé si ha empleado el “me llena de orgullo y satisfacción”, aunque conociéndolo, le pega más el “puedo prometer y prometo”.

Prometer, porque jurar está destinado a los creyentes y a él no lo veo en ese papel.

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