El Antiqvarium de Las Setas acogerá la exposición El Canal de los Presos, una muestra fotográfica que ilustra la construcción de una obra faraónica que no hubiera sido posible sin el trabajo esclavo de los presos del franquismo.
La exposición, que es toda una muestra de la memoria histórica de la ciudad de Sevilla, se inaugura mañana, martes 10 de septiembre, y estará activa, para el disfrute de los sevillanos, hasta el próximo día 22 del mismo mes.
La construcción del canal del Bajo Guadalquivir comenzó en el año 1939 y sus obras no se concluyeron hasta el año de 1962.
El conocido “Canal de los Presos” constituyó, sin lugar a dudas, una las obras hidráulicas más importantes del régimen franquista, además de un claro ejemplo del aprovechamiento en Andalucía de los prisioneros que se hacinaban en las cárceles del franquismo, como mano de obra esclava.
El Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas (SCPM) fue el organismo que se encargó de gestionar este servicio para la creación de una obra que hubo seis intentos anteriores, todos frustrados por diferentes razones, para su ejecución desde finales del siglo XIX. Su puesta en marcha se inició entre el otoño de 1939 y el invierno de 1940.
Los presos esclavos solo salieron de las cárceles para ser confinados en auténticos campos de concentración y en pequeños destacamentos localizados en zonas estratégicas alrededor del eje del Canal, con una extensión de 159 kilómetros. Los trabajadores esclavos tenían diferentes procedencias, llegaron desde variados puntos de la geografía española, pero con un amplio porcentaje de ciudadanos andaluces, extremeños y manchegos.
Entre seis y siete mil personas pasaron por dichos campos de concentración, para una obra de grandes proporciones que cambiaría de forma radical la productividad de miles de hectáreas puestas en regadío, y que beneficiaría fundamentalmente a los terratenientes que tenían tierras colindantes en la zona, multiplicando significativamente su valor.
La obra de este gran canal cruzaba los términos de varios municipios sevillanos, entre ellos Carmona, Lora del Río, Brenes, Lebrija, Peñaflor, Villanueva del Río y Minas, La Rinconada, Alcalá de Guadaira, Dos Hermanas y Los Palacios y Villafranca.
En sus dos décadas de ejecución pasó por tres etapas. La primera de ellas llegó hasta el año 43 y estuvo destinada a la “reeducación del rojo”. En este primer periodo las condiciones de vida y el trato de los penados resultaban en muchas ocasiones vejatorias.
Hasta el año 56 se vivió una segunda fase en la que el Canal funcionaría como un negocio privado. Si le faltó personal militar lo sustituyó por civil, buscó su autofinanciación y se acogió a las ordenanzas laborales del sector.
La fecha de cierre llegaría en el mes de junio de 1960. El latifundio del regadío dejaba atrás largas jornadas de sol de miles de trabajadores vencidos y obligados a trabajar por nada a cambio. La propaganda franquista alabaría aquellas obras como un importante logro y excelencia del nuevo Estado.
Nadie reconoció, sin embargo, a sus olvidados y auténticos artífices, mantenidos durante largas décadas en un silencio profundo, constituyendo una de las grandes deudas que la sociedad española mantiene con estas personas esclavizadas y sus familiares y amigos.