Jerez es la ciudad más poblada, casi doblando en habitantes a la segunda Algeciras, de la provincia; es la quinta de Andalucía; tiene el mejor Circuito de Velocidad del mundo mundial, siendo la catedral del motociclismo; es tierra famosa a nivel internacional por sus vinos y sus caballos; es cuna del flamenco; posee el centro comercial más grande Andalucía y el sexto de España; tiene una campiña que es una auténtica maravilla, dicen que posee unas posibilidades impresionantes que deben terminar de explotar, pero, a pesar de todo ello, para el visitante que llega de improviso, sin un estudio previo de lo que es Jerez, la imagen que se le ofrece dista mucho de esas premisas antes escrita que hacen que todos nos sintamos orgullosos de ser jerezanos y que hablemos con altanería, incluso, de lo que es y significa Jerez. Y expongo esa realidad de la visión que damos al que llega por un hecho que me ha ocurrido hace unos días. Por razones que no vienen al caso, una chica, de Granada, ha venido a trabajar a Jerez y se encuentra en el entorno de mis amistades. Y hablando de lo divino y lo humano me preguntó qué que era lo que pasaba en Jerez, que salía de su casa a las ocho de la tarde y se encontraba las calles completamente vacías, que no había ambiente alguno y que obligatoriamente se tenía que recluir en su casa porque no sabía lo que hacer. Profundizando en lo que le parecía la ciudad que acababa de conocer me decía, igualmente, que atisbaba pobreza. Obviamente no eran los comentarios favorables que yo pensaba oír. Le tuvo que decir que teníamos 220 mil habitantes aunque ella me insistía que ¿dónde se metían? y le hablé de lo que era Jerez, de lo que encerraba esta ciudad en todos los sentidos económicos, culturales y sociales y le dije que ya un día saldríamos y la terminaría convenciendo. No quedó del todo satisfecha aunque, como la chica es receptiva, me dijo que esperaba que las maravillas que le contaba fuesen verdad. Y la verdad es que volví a meterme en mis pensamientos y en la claridad de que algo hay que hacer, y de forma urgente, para que el centro, que es la primera impresión que se lleva el visitante, vuelva a renacer.
Jerez
El centro como punto de inflexión inflexión
“Qué pasa en Jerez que salgo a las ocho de la noche y las calles están vacías. Dónde se mete la gente”, me preguntaba una chica recién llegada
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