Comparto el viaje con tres alumnas del último año de carrera, tienen poco más de la veintena. Marchamos en el BM1, el primer vagón del metro construido hace siete años. Una de ellas lleva el Viva Málaga. Le pregunto qué dice el periódico. Diana, con su acento vasco y deje boquerón, me dice que harta de que el conflicto catalán esté tapando tantas injusticias sociales, especialmente con ellas. Concluye con una aseveración que alienta la conversación de las otras compañeras. Se pregunta dónde está el prometido Plan de empleo juvenil. Pronto estarán en un mercado de trabajo tan incierto como sangrante. Las tres son conscientes que será muy difícil que lleguen a ser alguna vez mileuristas. Ya tienen experiencia laboral como camareras, cuidadoras o dependientas, con las que han sacado algún dinerillo para pagar las gravosas tasas académicas. Natalia, la palentina, no sabe si podrá costearse el necesario máster o el B2 de inglés, requisitos básicos si quiere ejercer la profesión para la que la estamos formando. Le preocupa que el casero ya le haya dicho que tiene que subirle el alquiler, a la vez que la factura de la luz se le ha disparado este mes. Ya sé lo que es la pobreza energética, afirma mientras nos cuenta que no ha dejado de estudiar por la noche a la luz de una bombilla, ha comprobado que nos es el consumo sino los impuestos lo que han engordado su factura. A Noelia, una viguesa de morriña templada, su indignación le delata, está irritada porque los ricos están desangrándolas entre la corrupción y la evasión de impuestos. Las oigo estremeciéndome entre su desazón pero con el ánimo de quienes quieren cambiar el futuro. Recaen en el conflicto catalán criticando el buenismo de los que se blindan en afirmar de manera taimada que son gentes buenas y pacíficas para aderezar un conflicto o el oxímoron de la hija de un emigrante andaluz que dice que es independista sin fronteras. Las tres coinciden en que nos prometieron que perteneceríamos a una tierra que se llamaba Europa,pero solo ven una Unión que protege los paraísos fiscales. De nuevo la vieja Europa de los mercaderes. Me bajo en La Luz – La Paz, con la sensación de que estas mujeres tienen ya las suficientes luces para analizar el presente y con la paz de que aunque algunos se jacten en afirmar que son pueblos de acogida, con unos peajes que los enriquecían, nuestra Málaga verdaderamente lo es, sin exclusiones ni más exigencia que la de una convivencia pacífica.
Escrito en el metro
Viaje al futuro en femenino
Le preocupa que el casero ya le haya dicho que tiene que subirle el alquiler, a la vez que la factura de la luz se le ha disparado este mes
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