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La segregación y venta de la huerta de las Capuchinas, el salvavidas

Sería una solución a la que habría que poner dinero si el edificio sigue dedicado sólo a usos religiosos y una solución definitiva si se añaden otros usos.

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El Ayuntamiento de San Fernando está a la espera de lo que proponga el Obispado de la Diócesis de Cádiz-Ceuta sobre el convento de las Madres Capuchinas.

Y no sólo a la espera, sino receptivo a una solución habida cuenta de la enorme problemática que se plantea con la adaptación del inmueble a otras actividades -según el Obispado, religiosas pero deja las puertass abiertas-, su rehabilitación y mantenimiento posterior.

La delegada municipal de Urbanismo, Claudia Márquez, fue tajante en su respuesta a este medio. “Es suelo urbano, por lo tanto se puede construir. Pero estamos a la espera de que se pronuncien, si proponen la segregación de alguna parte”.

Hablar de “pelotazo” urbanístico es en este caso más una coletilla ante tanto abuso en este sector que una realidad. Se trata de una cuestión de sentido común ateniéndose a las características de la finca, a su valor patrimonial y al escaso margen de maniobra que tiene.

El Convento de las Madres Capuchinas es un edificio del siglo XIX, excluido del Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Casco Histórico (Peprich), pero contemplado en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) como edificación de interés arquitectónico y singular y por en con un Nivel 2 de protección.

Esto es, sólo se permiten obras de conservación y restauración y demoliciones parciales sin posibilidades técnicas de recuperación, pero siempre y cuando se reconstruya con las técnicas y materiales originales.

O sea, un mirarme y no tocarme porque cada una de esas actuaciones tienen un coste extraordinariamente más elevado que la obra nueva, como atestigua el despoblamiento de los centros históricos protegidos.

Se parte, además y a tenor de las muchas llamadas de las Madres Capuchinas a mantener unas instalaciones con graves problemas de habitabilidad, de un edificios posiblemente aquejado de patologías propias de aquellos  con poca intervención al tratarse de una comunidad monacal  no dada a lujos.

Por la propia naturaleza del convento -o casa reconvertida en convento- deberá de existir una prácticamente nula adaptación de las estancias a las normativas actuales de habitabilidad exigibles por la Administración.

Y por último- sin por ello descartar más complicaciones que pudieran surgir en un edificio que se enclava en una finca de 7.312 metros cuadrados-  está claro que aun dedicándose a comunidad religiosa, las órdenes de hoy en día viven y trabajan en otras condiciones mucho más operativas y acordes con los tiempos. Y con la legislación vigente en materia de construcción.

Obviamente una vez que el Obispado aún no se ha pronunciado por respeto a las propias Madres Capuchinas que hasta esta semana no abandonaron el convento -lo que no quiere decir que no tenga sus proyectos-, queda como una de las soluciones la segregación de parte de la finca y en concreto la que tiene sólo una afectación simbólica, la huerta.

Se trata de una extensión de suelo ubicado en una zona urbana lo suficientemente atractiva para inversores y con un valor que superaría a otros suelos situados en lugares con menores niveles de edificación.

O sea, rentable, salva sea la situación de parón del sector de la construcción que no durará eternamente. Ni el problema del convento se solucionará en seis meses.

Si el Obispado tiene pensado dedicar ese convento a actividades religiosas como indica en su página web, la operación inmobiliaria, dada la extensión del convento y su situación actual, posiblemente ni le cubriría para una restauración en profundidad, salvo poniendo dinero encima posiblemente por parte de la Orden que llegara.

Por contra, es perfectamente factible -porque la protección del edificio no entra en el uso- una solución mixta viable, como dedicar parte del monasterio a funciones religiosas y otra parte a actividades más mundanas, previo acuerdo con un tercero.

Muchos conventos se están convirtiendo en hospederías y los precedentes ya deben dar una idea de cómo va el negocio. Sobre todo teniendo en cuenta que esa operación se está dando y se va a dar con mucha frecuencia a tenor de los datos que hablan del cierre de un convento de clausura al mes en España, ante la imposibilidad de mantener. su actividad.

Evidentemente, hay más salidas, pero pasan porque la Iglesia se desligue totalmente del inmueble. Pero -hasta ahora- todo indica que no es el caso.

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