Agosto siempre fue el mes para disfrutar del sosiego. Las tardes agosteñas, tras la sabrosa siesta, eran amenizadas por cortejos de golondrinas mientras se disfrutaba de las terrazas y la rebeca nocturna apaciguaba el refresco marino. Los medios de comunicación nos brindaban magníficas serpientes de verano,crónicas extrañas de lugares lejanos, y que a pesar de saber que se trataban de fábulas eran comentadas para deleite de todos. Como serían aquellos agostos que hasta los poetas estaban tan ociosos que no reparaban en él. Hasta hace bien poco así era nuestro octavo mes, el vacacional por excelencia, porque desde el sosiego se tomaban fuerzas para el resto del año.
El agosto de este año ha roto el molde de tantas décadas. El termómetro nunca bajó de los veinticinco grados,y sufrimos noches tropicales y hasta ecuatoriales. El ruido ensordecedor de la ciudad ya no brinda más trino que el de las invasoras cotorras o el graznido de las indeseables gaviotas urbanas, y el mosquito tigre recogió el monstruoso relevo de las medusas. Las noticias no dejaron que el espíritu se serenara. Los incendios y catástrofes han postergado aquellas serpientes de verano que han parido culebrones de nunca acabar.Qué el país se detenga en lo público no deja de ser una coartada para evidenciar que los servicios no funcionan y que se reclamen otras formas más especulativas de proceder. Los sobresaltos de la vida política y económica, desde lo municipal a lo internacional, propiciaron que el ánimo se inquietase por el porvenir, por el futuro más inmediato. Septiembre, a la estela de su predecesor, se ha convertido en una cuesta difícil de subir para casi todos. Sorprende que los viajes de vacaciones en agosto se hayan convertido en un indicador de la calidad de vida, como una obligación impuesta por el consumo, sin importar el cúmulo de gastos de los hogares en el mes siguiente.
Ya no hay ruptura en el ciclo anual, agosto es un nexo de continuidad, el eslabón pretendido por los que entienden que el ocio debe ser una cuenta de ingreso más del insaciable consumo.Podemos proclamar que en agosto del dieciséis se rompió el pacto del sosiego, y eso se paga.
Escrito en el metro
Agosto del 16
El agosto de este año ha roto el molde de tantas décadas. El termómetro nunca bajó de los veinticinco grados,y sufrimos noches tropicales y hasta ecuatoriales
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