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Arcos

"No se es poeta porque se escriba, sino porque hay algo que compartir"

Entrevista a la poeta María Dolores Galán Alcón

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Suele venir por Arcos acompañada del poeta arcense Antonio Apresa. Cada vez con más frecuencia, podemos verla en los actos literarios en la capilla de La Misericordia. Es poeta y uno de sus poemas aparece en la revista ‘Piedra del molino’, cuyo número de primavera de este año se presenta en la capilla de La Misericordia. Aprovechando la cita hemos hablado con María Dolores Galán sobre su quehacer poético, sobre sus poetas predilectos y sobre sus maestros.

Uno de sus poemas se publica en la entrega de la revista ‘Piedra del molino’ que se presenta hoy. Todo un lujo, ¿no?
—Todo un lujo, sí. En realidad no esperaba que eso pudiera ocurrirme a mí. He estado en varias presentaciones de esa revista y conozco su prestigiosa trayectoria. Pero hablando de lujos puedo decirles que pisar Arcos, dirigirme a la Capilla de la Misericordia y oír cualquiera de vuestros de recitales ya lo es.

¿Desde cuando escribe poemas? ¿Por qué escribe poemas?
—En la realidad podría decir que los escribo desde siempre. Mi padre me enseñó a deletrear las sílabas en el ‘Romancero Gitano’ de Lorca y luego como cualquier jovencita pasé a las rimas de Bécquer. Y vinieron Antonio Machado, su hermano Manuel, Cernuda y como no, Juan Ramón Jiménez. Supe que este último escribió mucho más que ‘Platero y yo’, también gracias a mi padre. En el colegio no tuve mucha suerte. Me hablaban más de la vida de los poetas que de sus propias obras. A veces no comprendía nada de lo que decía el poema, pero no merecía la pena preguntar. Al llegar a casa preguntaba  y no sé cómo mi padre tenía respuestas para todo. A lo largo del tiempo he podido confirmar que siempre estuvo en lo cierto.

Ha participado usted en algunos de los talleres literarios que dirige en Jerez el poeta José Mateos. ¿Nos cuenta su experiencia en estos talleres?
—He participado en varios talleres de los que imparte el poeta José Mateos y participo en la actualidad. Con él he aprendido muchísimas cosas. Al principio reconozco que incluso temía sus consejos, porque un <<no>> de él me afectaba muchísimo, pero con el tiempo sé que voy creciendo poco a poco. En poesía como siempre dice Pepe menos es más. Yo tenía tendencia a la repetición y a justificar todo lo que decía. Ser alumna de Pepe Mateos es todo un lujo. Siempre tiene algo que aportar a lo que escribes y cuando te dice: <<Me parece bien>>, subes al cielo. Y de vuelta a la humildad y a seguir sus consejos.  

¿Qué ha aprendido de ese gran poeta y maestro de poeta?
—De Pepe he aprendido a leer, incluso más que a escribir y a ver el mundo de otra manera. También he aprendido la humildad del verdadero poeta. Hasta el punto de que cuando alguien me dice: <<Yo soy poeta>> dudo de esa persona. La palabra siempre la tiene el lector y es quien te debe otorgar la distinción de poeta o no. No se es poeta porque se escriban poemas, sino porque hay algo que llevas dentro y necesitas compartir.

¿Y qué ha aprendido de sus compañeros de taller?
—De mis compañeros de taller he aprendido la importancia que tiene compartir lo que hacemos. A veces con tan solo una palabra que cambiar en un poema cambia todo el sentido. Nos ayudamos mutuamente, y eso de alguna manera lo hago extensible a mi vida diaria. Cuando se hace poesía se aprende a vivir, aunque la vida y la poesía como ya sabemos que es inseparable. 

¿Cuáles son los poetas que tienen en su pecho un altar?
—Federico García Lorca, pero más bien por los motivos que he dicho anteriormente. Antonio Machado, Bécquer, Gilarbert, José Mateos, Joan Margarit, Julio Mariscal, Ricardo Rodríguez,  Antonio Apresa y Pedro Sevilla.

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