Toros de Zalduendo (2º y 5º bis tras partirse un pitón los titulares), desiguales de presentación y de poco juego en general. Finito de Córdoba (Terciopelo azul y plata): Fuerte ovación con saludos tras aviso y ovación con saludos; Morante de la Puebla (Azafrán y oro): Ovación con saludos y división de opiniones; José María Manzanares (Azul y oro): Oreja y dos orejas con petición de rabo. Entrada: Lleno. Saludaron en banderillas Curro Javier y Luis Blázquez en el tercero y de nuevo Luis Blázquez y Rafael Rosa en el sexto.
Cuando el maestro Perfecto Artola Prats compuso el pasodoble “La Concha Flamenca”, seguro que no pensó en la “perfección” y dimensión que alcanzaría su obra. hoy, como en otras ocasiones, la Banda de Música “Maestro Dueñas”, quien este año ha tenido un tira y afloja con la nueva Empresa de nuestra Plaza para ser contratada, lo ha interpretado de manera magistral durante la faena del sexto toro de la tarde.Tanto es así que le ha servido de inspiración a Manzanares para realizar una gran faena a un toro que salió muy frío de los chiqueros y se frenaba al llegar al capote del alicantino. El torero comenzó la faena de muleta con la mano derecha y en línea recta, consiguiendo con esto meter al toro en la canasta a fin de que se afianzara en sus embestidas. Poco a poco, el toro fue rompiendo en la pañosa, olvidando los visos de mansedumbre que marcaba desde su salida al ruedo. Una vez que el toro fue sometido por la sabiduría del diestro, éste comenzó a parar, templar y mandar, como dicen los cánones de la Tauromaquia, realizando una faena por ambos pitones, con mucho temple, y que incluso fue contemplada por una preciosa Luna llena que ocupaba su localidad sobre el tendido 6 de la Plaza Real. Faena de torero grande e inteligente, dándole tiempo al animal entre serie y serie para que éste no se desfondara en demasía, entrando y saliendo con torería de la cara del astado. Para colmo lo despenó de un espadazo sin puntilla. El diestro lanzó las dos orejas obtenidas a la Banda cuando pasó delante de ella. No hubiese pasado nada, e incluso hubiese sido algo histórico, si hubiera invitado al director a que le acompañara en la vuelta al anillo.
En su primer toro se lució en los lances de recibo cerrándolos con una buena media verónica. El cornúpeta estaba loco por rajarse e incluso llegó a marcar varias veces las tablas durante la faena de muleta, pero el torero, con su sapiencia y a base de sobarlo, logró que embistiera con cierta clase a la pañosa. Tras dos circulares invertidos rematados con un molinete, lo pasaportó de pinchazo y estocada.
Finito de Córdoba lanceó por verónicas con gusto al primero de la tarde, rematando las mismas con dos medias de cartel de toro. El llamado a ser “VI Califa” montó una faena por ambos pitones llena de torería que aunque no tuvo contundencia dada la cortedad de las series, y la media altura con las que tuvo que realizarlas, caló en el aficionado. Sobresalieron las trincherillas, pases de la firma y “kikiriquies” que el maestro realizó como remate de las mismas. Lo mató de pinchazo, estocada muy corta y tres descabellos.
El segundo de su lote fue un toro que no tenía ni “chicha ni limoná”. El diestro se mostró voluntarioso ante las sosas embestidas de un animal que no rebosaba y salía de la muleta lanzando feos tornillazos. Lo tumbó de una estocada.
Hoy Morante ha vivido en El Puerto una experiencia rara y poco grata tanto para él como para el público. El de la Puebla ha visto como tres toros de su lote se han partido el pitón por la cepa. El primero sufrió el accidente al rematar en un burladero nada más saltar al ruedo, siendo sustituido por el primer sobrero. Éste también sufrió la mutilación de una de sus astas al rematar en otro burladero mientras el diestro se dirigía a un espectador para brindarle la faena. Antes le recetó unas preciosas verónicas meciendo el capote rematadas con una bella media. También se lució en el quite por chicuelinas, rematadas con otra sensacional media. Tras el lamentable suceso tan solo pudo matarlo de estocada.
Recibió al quinto de la tarde con lances por bajo, tratando de meterlo en el capote. El toro al entrar en el caballo de picar también sufrió la rotura de una de sus astas, siendo devuelto a los corrales saliendo, por lo tanto, el segundo sobrero. Éste estaba vacío de casta y al torero no le sirvió para el lucimiento con el capote ni con la muleta por lo tanto tiró por la calle de en medio y se fue rápidamente por la espada.