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La rejoneadora Lea Vicens, una estrella francesa en la luminosa Sevilla

La tradicional corrida de seis rejoneadores incorpora este año, entre los sueños y el vislumbre de jóvenes rejoneadores, a una atalaya de presente, Lea Vicens, que con su pasión por el caballo y el toro, junto con la majestuosidad de las marismas, la convertirán en un referente para el aficionado

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La tradicional corrida de seis rejoneadores en la mañana del domingo de farolillos incorpora  este año, entre los sueños y el vislumbre de jóvenes rejoneadores, a una atalaya de presente, Lea Vicens, que con su pasión por el caballo y el toro, junto con la majestuosidad de las marismas, la convertirán en un referente para el aficionado.


La preparación técnica y práctica es fundamental en el oficio o carrera de cualquiera que quiera incorporase a esta sociedad de exigencia y nivel de calidad. Esta rejoneadora lleva años preparándose sistemáticamente, trabajando diariamente de sol a sol, sin miramientos ni remilgos, con todos sus sentidos puestos en su afición y en su arte, interpretando todas las señales,  símbolos, resistencias y querencias del caballo y del toro como si exprimiera el saber de esos hombres de Rancho El Rocío que saben de esto.


Lea viene de formación universitaria, es licenciada en biología por la Universidad de Mompelier, y desde su afición y pasión por la cultura andaluza elije formarse en el corazón de esta tierra, en las marismas del Guadalquivir, bajo la dirección de D. Ángel Peralta, el sabio centauro, hombre de privilegios en ser y transmitir medalla de las Bellas Artes.


La cuadra de caballos que presenta en Sevilla, caso excepcional y quizás único en jóvenes rejoneadores, los ha domado a todos desde la ‘doma de marteguilla’,  las primeras ‘montás’, los ha enseñado a andar y galopar delante del carretón, de las becerras y de los toros. Una cuadra de excelencia, muy joven, pero majestuosos caballos para parar, templar y mandar. El admirado y celebrísimo D. José Sanz Parejo, decía ‘tiene tantas cualidades técnicas como competencias imperceptibles de comunicación con el toro y el caballo’.


Da la sensación que su doma es un diálogo con su caballo, un juego de voluntades, instantáneas de pensamientos que se convierten en quiebros, terciar yendo de frente, galopar de costado por los tercios dejando los cuernos de su adversario entre los ijares y la paletilla de su Bético, hacer quiebros de fantasía de autentica maestría, como mandan los cánones, con su Gacela, piafan y bailan en passage, cambian al tranco, galopan tierra a tierra y esperan al toro en posada.


Lea Vicens trae la frescura, la sensualidad, la feminidad, la sobriedad de mujer que sabe estar hasta en los ambientes más adversos, que sabe enfrentarse al peligro con gracia, que pone como un rayo de luz en ese mundo oculto del toreo, con el horizonte del triunfo, en la mediación de la vida y la muerte. Su fuerza, su entrega, el manejo de las distancias, su esplendorosa sonrisa, engancha al tendido que poco a poco va entregándose a ella, que es esencia de perfume francés.

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