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Viernes 15/11/2024
 
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sociedad

Desarticulan una red que estafó un millón de euros a autopistas de peaje

La investigación se inició cuando los agentes tuvieron conocimiento a través de las empresas operadoras de tarjetas de peajes de autopistas de la comisión de un importante fraude

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Agentes de la Policía Nacional han desarticulado una red que estafó un millón de euros a autopistas de peaje españolas. La organización contaba con una red de 'comerciales' que ofrecían a camioneros tarjetas falsificadas en paquetes de cuatro unidades por 500 euros. En la operación han sido detenidas 39 personas en Barcelona, Tarragona, Valencia y Sevilla.

   Según ha informado la Policía Nacional, un ingeniero barcelonés de 76 años, aprovechaba su formación para atacar el sistema de pago de las autopistas y confeccionar las tarjetas en un laboratorio instalado en su domicilio. Elaboraba dos tipos de medios de pago fraudulentos, uno válido sólo para peajes españoles, y otro para ser utilizado en Francia, Alemania e Italia.

   La investigación se inició cuando los agentes tuvieron conocimiento a través de las empresas operadoras de tarjetas de peajes de autopistas de la comisión de un importante fraude. A raíz de esta denuncia se detectó la existencia de un grupo dedicado a la falsificación y distribución de tarjetas de crédito, que se usaban para efectuar pagos en peajes de autopistas españolas y de otros países europeos.

   Las pesquisas realizadas permitieron además conocer la forma de distribución de las tarjetas falsificadas. Tras una cita previa, los 'comerciales' de la red quedaban con camioneros en zonas industriales o en áreas de descanso de autopistas de Barcelona. En estos encuentros, tras un tiempo de negociación entre ambas partes, se llevaba a cabo la entrega de las tarjetas falsas, distribuidas en paquetes de cuatro unidades.

   Si el contacto entre los 'comerciales' y los usuarios no se producía por algún motivo, el distribuidor tenía habilitados una serie de escondites o 'zulos' en los que dejaba el material para que lo recogiera posteriormente el transportista. Las tarjetas falsas tenían una validez de un mes y estaban numeradas del uno al cuatro para establecer el orden en el que debían de ser utilizadas.

   En el caso de que las tarjetas no funcionasen eran sustituidas por otras nuevas y además les reintegraban el dinero pagado en los peajes donde no habían servido.

   Los investigadores averiguaron que la transmisión de información se realizaba a través del boca a boca. Los propios transportistas informaban a otros compañeros de profesión de la existencia de las tarjetas falsificadas y de cómo utilizarlas. Una vez captados nuevos clientes los presentaban a los 'comerciales' de la red para que estos valoraran la solvencia económica del nuevo socio.

   Si la valoración era positiva pasaban a formar parte de la lista de clientes. También se detectó que algunos de los camioneros compraban más paquetes de los que podían usar para revenderlos posteriormente y conseguir un beneficio extra.

INFORMACIÓN DE LA BASURA

   El encargado de la fabricación de las tarjetas conseguía la numeración de las mismas de los tickets de pago generados por el uso de las tarjetas en gasolineras. Las estaciones de servicio depositaban los resguardos en bolsas para ser retirados por los servicios de limpieza, y los miembros de la organización controlaban los días y las horas de recogida de la basura para adelantarse a su retirada. Posteriormente, la información que obtenían de los justificantes era volcada en un programa informático que le proporcionaba al falsificador numeraciones válidas para elaborar las falsificaciones.

   El fabricante de las tarjetas había instalado en su domicilio un laboratorio de falsificación para fabricar las tarjetas a demanda. En el registro de su vivienda se comprobó que disponía de información significativa referente a los nuevos sistemas de pago que se instalarán en los peajes y a la forma de burlarlos.

   La Policía ha señalado que se han practicado tres registros más, aparte del domicilio del falsificador, en los que se han intervenido, entre otros efectos, más de 2.500 tarjetas falsas españolas y extranjeras, cerca de 30.000 euros, cinco lectores grabadores, tres lectores copiadores de bandas magnéticas, seis cajas de láminas de impresión para embozado de tarjetas, una guillotina, 22 cuadernos con recortes de numeración de tarjetas y varios ordenadores.

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