Desde el estallido de la crisis en octubre, cuando el derrumbe de la banca obligó al Gobierno de conservadores y socialdemócratas a nacionalizarla, el primer ministro, el conservador Geir H. Haarde, se había negado a dejar el cargo para no agravar más la situación.
Pero el inesperado cese este domingo del ministro de Economía, el socialdemócrata Björgvin Sigurdsson, asumiendo responsabilidades, y las disputas en la coalición precipitaron ayer la dimisión en bloque del Gobierno.
Haarde, que pretendía mantener el pacto hasta las elecciones anticipadas del 9 de mayo, rechazó acceder a las demandas de la alianza socialdemócrata, fundamentalmente a dejar el puesto a su socio en la coalición, que reclamaba la jefatura de Gobierno para la ministra de Asuntos Sociales, Jóhanna Sigurdardóttir.
Y eso que Haarde, que no se presentará a la reelección por padecer un tumor, ofreció su cabeza proponiendo ceder el cargo a otra conservadora.
El divorcio en la coalición surgida de las elecciones de mayo de 2007 y que Haarde oficializará presentando su renuncia al presidente, Olafur Ragnar Grimson, deja al país en la incertidumbre.
Haarde se reunirá con todos los líderes políticos y ya se ha postulado a favor de un gobierno de unidad nacional, pero encabezado por su partido como ganador de los últimos comicios.
La caída de Haarde y su equipo supone un triunfo para los miles de islandeses que desde hace meses llevan protestando contra un Gobierno que se había negado a asumir responsabilidades ante la peor crisis en la historia reciente de esta isla de 310.000 habitantes y que en 2006 encabezaba la lista de países desarrollados de la ONU.
Pero la escalada de las movilizaciones, en algunos casos con una violencia que no se veía desde las protestas contra el ingreso en la OTAN de hace medio siglo, han acabado por arrastrar al Gobierno.
El estallido de la crisis ha supuesto el fin brutal de un cuento de hadas en un país que ha pasado del lujo y el derroche al colapso, con la banca nacionalizada, la inflación disparada, la moneda por los suelos, el paro duplicado hasta el 5% y un endeudamiento de enormes proporciones.
LA RECESIÓN CASTIGA A LOS LABORISTAS
Los británicos parecen haber perdido la confianza en su primer ministro, el laborista Gordon Brown, para atajar la recesión del país, según una encuesta publicada ayer en ‘The Independent’ que da a los conservadores una amplia ventaja sobre el Laborismo.
El sondeo hecho entre 1.012 adultos del Reino Unido, señala que el 43% apoya a los ‘tories’.