Kuwait 17
Relax, confianzas y diferencias siderales en Split convirtieron el estreno español en el Mundial de balonmano en un contraste entre las prestaciones de un equipo de profesionales (España) y otro de amateurs (Kuwait).
La primera hora de juego oficial de España en la era Valero Rivera fue un trámite difícil de digerir, pero sencillo de tragar. La victoria amplia (47-17-) de España habla por sí sola.
Si el agua y el aceite no se mezclan tampoco el deporte profesional y el amateur en un Mundial. El balonmano de los kuwaitíes sigue a años luz de lo que ocurre en Europa.
En Kuwait tan sólo hay 3.000 jugadores federados, por los casi 90.000 de España. Su liga nacional está compuesta por sólo 14 equipos, en una única división y todos inscritos en la capital. Nadie cobra un dinar, el campeonato dura de septiembre a mayo y el club Fahahil Solaibkhat domina el panorama de este país donde se habla el árabe.
Faisl Alshamari, uno de los más destacados del equipo kuwaití, tendría que trabajar diez años en la oficina de una empresa petrolera para cobrar, por ejemplo, los 300.000 euros anuales de Alberto Entrerríos del Ciudad Real.
Puestas estas diferencias sobre la cancha no puede haber partido competido. El choque fue un trámite, Kuwait metió nueve goles hasta el descanso y ocho más hasta el final.
Tanto fue el relax que el debutante Valero Rivera solicitó un tiempo muerto al cuarto de hora (9-5 en el marcador). Hacía falta corregir la escasa intensidad y los lanzamientos casi patéticos.
Después de ese parón vino la mejoría, los cambios en bloque (de seis en seis), las pruebas y la obligación de marcar goles a espuertas. Los españoles que cosecharon más dianas fueron Juanín y Rocas (siete por barba).
Cumplido el trámite, hoy otro frente a la selección de Cuba.