Hemos heredado un afán beligerante que nos define. No creo que haya existido una época en que la unidad y el amor han juntado a los hombres para repartir la caza. La familia es nuestro único vínculo, pero al tiempo núcleo de guerra que nos divide de los demás y nos previene contra ellos. Las mismas religiones que predican la caridad, si no se cuidan, albergan en sí mismas la discordia y puede que la desunión. Llevamos dentro los humanos la lucha más que la paz alrededor de las hogueras. De ahí venimos en evolución y no sabemos hasta dónde dará tiempo a cambiar de mentalidad. Sola la familia conserva con un poco de eficiencia los lazos, ya digo, que tampoco con mucha seguridad, y es componente de gregarismo.
Por eso es necesaria una moral que desde el cerebro eche una manta de unión sobre nuestras mal avenidas ideas positivas y atenúe en lo posible la agresividad. Entonces la llamamos ética y sin recelos.
Todo esto implica una sociedad fundada sobre utopías, sueños sobre los que jugamos a ser buenos y escuelas en donde estas verdades a su estilo se custodien y se trasmitan con más o menos garantía. El maestro ha sido así más que nada un guardián de tradiciones que ha cumplido con este encargo y evolucionará según marquen los tiempos venideros. Un mayordomo guardador del arca. ¿Se puede predecir cómo será ese tiempo por llegar? Parece que no es fácil. O puede que imposible.
Sin embargo, basados en el comportamiento, podemos pronosticar de lo humano, algo es algo. Tenemos tendencia a sorprender a los demás, a situarnos en lo presente buscando la conveniencia. Son las leyes de la acción y reacción que regulan como en la física la derivación de los grupos sociales. Así corrompemos la moral, en sentido de costumbres heredadas, simplemente por situarnos a la contra, y adoptamos influencias extrañas sin mirar las ventajas o inconvenientes. Tendemos a reaccionar contra el orden imperante para provocar cambios en el cauce de las tradiciones como lecho en movimiento que siguen también las aguas en los arroyos. La vida no es quietud, que es muerte, sino discordia continua que en eso consiste su naturaleza. Perpetuum fluere como decía Heráclito, que al final su devenir ha resultado tener razón más acorde con la realidad.
Así el hombre será según sea provocado, no podemos saberlo. Si tuviéramos a mano el conocimiento de cuanto se interpondrá en su camino podríamos hablar de probabilidades más fundadas, que tampoco seguras, y por esta lógica movidos, cabe concluir que haremos en general cosas contrarias a las que estén en la convivencia como arraigadas. El hombre no es un conformista, más bien contestatario, y su vivir consiste por lo regular en sacar a la palestra un contrario que dé variedad al medio ambiente.
Así no podéis decir que nada acabará en lo sensato, tal como la pelota que da en el muro y traza una trayectoria calculable por el ángulo de entrada. Lo sensato, lo que Dios manda que dicen algunos, son frases sin mayor interés, que no es éste motor de la evolución.
Podéis ver que los que hacen doctrina, los que ponen muros de conducción, los que se ofrecen como ejemplo, no son los arquitectos del futuro pero sí es resultado la reacción que provocan. El joven busca en libertad su trayectoria sin importarle ni siquiera lo que le inculcó la madre que es su mayor vínculo. Veis que tenemos un concepto poco fundado de la educación y muy pobre del desarrollo de un ser vivo. Por eso ofrécete a la mimética de los adolescentes pero sin dirigismo, como trayectoria que puede ser interesante al ser que se está formando. Para que te siga o quizás lo contrario. Las cosas que se conservan en familia no son ejemplo de evolución por mucha nostalgia que le pongamos; a veces son solamente remordimientos de conducta pasada. ¡Mi padre, ay, mi padre!