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Martes 22/10/2024
 

Notas de un lector

Como una estampa iluminada

“Geografía de la ventura” ((Bartleby Editores. Madrid, 2024) recopila una amplia antología de Miguel Sánchez-Ostiz

Publicado: 22/10/2024 ·
10:55
· Actualizado: 22/10/2024 · 10:56
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Se reúne en “Geografía de la ventura” ((Bartleby Editores. Madrid, 2024) una amplia antología de Miguel Sánchez-Ostiz (1950). Autor de más de veinte novelas -algunas de ellas con galardones tan destacados como el Premio Euskadi, el Premio Herralde o el premio de la Crítica-, ha cultivado también el libro de viajes, el ensayo, los diarios…, a la par que un atractivo conjunto lírico. En el año 2000, reunió en “La marca del cuadrante” su obra poética, a la que ha unido posteriormente “Fingimientos y desarraigos” (2017), “El piano de Hölderlin” (2019) y “Espuelas para que os quiero” (2022).

Esta edición ha estado al cuidado de Alfredo Rodríguez, quien ha vertebrado también un prólogo donde desvela las principales claves creadoras del escritor navarro: “En estos poemas seleccionados aquí hierve la vida real (…) Hay un tono sereno en ellos, de hondura y de altura, un tono rotundo y concluyente que le reconcilia consigo mismo”.

La antología reúne de manera cronológica una muestra de diez poemarios. Desde la publicación en 1979 de “Pórtico de la fuga”, Miguel Sánchez-Ostiz ha ido construyendo un decir intenso, intuitivo, sostenido por la insistencia de hallar la lumbre a través de las sombras, de las palabras precisas, connotativas, dadoras de una amplia gama de significantes. Además, los componentes conceptuales que articulan su discurso se aúnan con un emotivo imaginario. De esa forma, las vertientes de sus distintas temáticas se materializan en potentes imágenes, en variados protagonistas, en sensoriales espacios que remiten a una percepción natural y solidaria: “Que no te inquiete/ el vuelo bajo del pájaro/ ni el tembloroso/ y prolongado tañido de la campana,/ ni el inoportuno golpeteo/ de la mariposa nocturna/ en tu ventana,/ ni ese aullido inmotivado del perro,/ pues no son sino reflejos/ de la oscuridad/ que desde siempre te habita”.

Conocí el quehacer del poeta pamplonés hace ahora tres décadas, al hilo de “Invención de la ciudad”, que viera la luz en la editorial Pamiela. Guardo con inmenso cariño ese ejemplar, pues lo compré en una librería madrileña con el dinero que obtuve con mi primer premio de poesía. Ahora que he vuelto hasta él, he encontrado anotado: “Enero. Invierno del 94”, y, en la segunda página, un pequeño papel que dice: “Cuarteto de cuerda nº 3. Op. 18. Beethoven.” Mientras escribo estas líneas, escucho al genio alemán y releo algunos de los versos que treinta años atrás dejé señalados con lápiz rojo: “Y uno quiere, decidido, creer/ que las cosas que amó/ y fueron lo único que tuvo/ no están destruidas para siempre,/ y que por el contrario esa luz que enciende/ y torna amarillas de azafrán/ las torres toscanas de la ciudad vieja/ si está destinada a inmovilizarse,/ a permanecer como una estampa iluminada/ en un libro hermoso, con olor a cerrado”.

Celebro que esos versos recogidos en el poema “Temblor del Viernes Santo”, aparezcan, también, en esta geografía renovada, en este hermoso libro abiertoque viene envuelto por una textura íntima, por un reconocimiento introspectivo que se cifra en la duda y en la certeza humanas, que se descubre y que se exalta en la realidad acontecida y más amada por el creador: “Un poeta debe contarte sus visiones,/ hacerte ver sus visiones,/ debe suscitar tu perplejidad,/ contagiarte su inquietud,/ su incurable melancolía”.

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