Mientras una delegación de la Unión Africana (UA) negocia en Bengasi con los rebeldes un plan para poner fin a la violencia que ya tiene el visto bueno de Muamar el Gadafi, el secretario general aliado, Anders Fogh Rasmussen, dejó claro en Bruselas que la Alianza no se fía del líder libio.
“Ya hemos visto varios anuncios de alto el fuego y no se han respetado”, recordó Rasmussen en una rueda de prensa.
Por ello, la OTAN establece tres condiciones a cualquier acuerdo para poner fin a las hostilidades.
La primera, que el alto el fuego sea “creíble, incluyendo una protección efectiva de los civiles”, dijo el responsable aliado.
La segunda, que pueda ser “controlado y verificado de forma eficaz” y, por último, que facilite un “proceso político que conduzca a las reformas políticas necesarias y satisfaga los deseos legítimos de la población libia”.
Rasmussen no dijo explícitamente si el alto el fuego debe ir acompañado de la dimisión de Gadafi al frente del país, tal y como demandan los rebeldes, pero subrayó que el dictador está manteniendo una actitud “totalmente irresponsable”.
En concreto, le acusó de bombardear centros de ciudades y de esconder sus tanques y equipos militares en las inmediaciones de escuelas y mezquitas para evitar los ataques de la OTAN.
Por el momento, según su secretario general, la Alianza Atlántica no ha recibido solicitud alguna de la UA en relación con el posible alto el fuego y continuará sus acciones militares con normalidad en cumplimiento de la resolución 1973 de Naciones Unidas.
“El tempo de nuestras operaciones estará determinado por este claro objetivo de proteger a los civiles de cualquier ataque”.
Durante el fin de semana, los aviones de la Alianza intensificaron sus operaciones contra las fuerzas pro Gadafi, especialmente alrededor de las ciudades de Misrata y Ajdabiya, en manos de los rebeldes.