El primer ministro neozelandés, John Key, dijo poco después de sobrevolar la ciudad que “Christchurch es una
zona de desastre total” y señaló que era uno de los “días más oscuros” de la historia de Nueva Zelanda.
Era mediodía cuando la fuerte sacudida causada por el seísmo de 6,3 grados en la escala abierta de Richter y localizado a tan solo cuatro kilómetros de profundidad, sorprendió a los cerca de 400.000 habitantes de Christchurch, la segunda ciudad del país.
Las imágenes de los canales neozelandeses de televisión mostraron como los servicios de rescate extraían cadáveres y ciudadanos de a pie ayudaban a los heridos, ensangrentados y conmocionados, a salir de entres los cascotes de algunos edificios del centro de la ciudad que se desmoronaron tras el temblor, al que le siguieron otros dos de menor fuerza, uno de estos de 5,9 grados.
“Es una tragedia absoluta para esta ciudad y para Nueva Zelanda” dijo el primer ministro a los periodistas.
El director de Defensa Civil, John Hamilton, indicó en rueda de prensa que era probable que el número de víctimas mortales aumentara a medida que se avanzasen las labores de los equipos de rescate en los edificios derruidos o dañados, la mayor parte ubicados en el centro comercial y financiero de Christchurch.
El alcalde de la ciudad, Bob Parker, apuntó que se calculaba que al menos 200 personas habían quedado atrapadas.