Cada negocio nacional que cierra sus puertas deja sitio para otro de origen chino, sea restaurante, bazar, todo a cien... China era un gigante dormido que desde la cumbre de Nixon con Mao en 1972 viene despertando al diez por ciento de crecimiento medio por año, lo cual es un absoluta barbaridad en comparación con las medias mundiales y que deja muy a las claras que tanto el presente como el futuro económico mundial están en sus manos, tanto que incluso a Obama se le sitúa en altos círculos financieros mundiales como el mejor embajador chino. A nivel mundial China es hoy por hoy el único país con liquidez suficiente para comprarse lo que quiera en base, sobre todo, al descomunal tránsito comercial que desarrollan sus puertos. China vende, el mundo compra.
Pero a la Europa, España, Andalucía del bienestar se le hace difícil, por no decir imposible, competir con la cultura del trabajo oriental, y la frase de que los tiempos que corren nos obligan a hacernos chinos choca frontalmente con la cultura, las tradiciones, el clima de un país como el nuestro instalado en el desarrollo improductivo. Cambiar el modelo es el gran reto político y social del momento y el único camino que nos puede situar en un ámbito de futuro competitivo, porque esperar de brazos cruzados a que la crisis pase sola como pasa la lluvia solo nos llevará a meternos más en el hoyo del estancamiento. Tal vez el primer paso sea dejar de hablar de crisis no porque hayamos salido de ella sino porque nos habituemos a vivir en ella y, desde ahí, seamos capaces de empezar a recuperar parte de lo perdido.
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