El galardón, fallado en el Palacio Real de Madrid y dotado con 42.100 euros, reconoce una aportación literaria relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España realizada por un autor vivo a través del conjunto de su obra.
Brines se alzó con el galardón tras un debate “muy reñido”, dada la alta calidad de la obra de “los candidatos españoles”, según reveló Luis Antonio de Villena, miembro del jurado, en una rueda de prensa.
Como sucede con el Cervantes, en el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana hay también una regla no escrita que reparte alternativamente el galardón entre España e Iberoamérica. Este año “tocaba” un premiado español, dado que en 2009 lo ganó el mexicano José Emilio Pacheco.
Brines se impuso al final ante candidatos como los españoles Carlos Edmundo de Ory, Julia Uceda y María Victoria Atencia; el nicaragüense Ernesto Cardenal, la uruguaya Cristina Peri Rossi y el portugués Antonio Ramos Rosa, El escritor Jaime Siles, miembro del jurado, definía al ganador como “un gran poeta metafísico”, alguna de cuyas obras, como El otoño de las rosas, constituye “una de las cimas” de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX.
“En su poesía no hay excesos verbales, sino contención. Nos enseña a vivir, porque es una reflexión continua sobre la vida”, destacó Siles.
Dentro de su generación, la de los 50, la obra de Brines representa “una línea de poesía elegíaca, intimista, cada vez más simbolizadora”, que se inicia en la estela de Luis Cernuda con el poemario Las brasas (Premio Adonais 1959), una obra que supuso “un hito importante” pero que luego se vio superada por otras del galardonado, señalaba Jaime Siles.
En Palabras a la oscuridad, merecedora del Premio de la Crítica 1966, Brines se muestra ya como “el gran poeta metafísico que siempre ha sido”, subrayaba Siles.
Otro de los miembros del jurado, el escritor Luis Antonio de Villena, resaltaba “la voz elegíaca y meditativa de Brines”, patente en una parte de su poesía. “Ahonda en la realidad a través del pensamiento, haciendo una reflexión moral sobre la vida”.
“En Brines importa mucho la moral, precisamente porque él se ha situado en una moral de sexualidad heterodoxa”, afirmó De Villena, quien también hizo hincapié en “la gran sensualidad y sensoriedad” que emana de los versos del galardonado.